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Espiritualidad Ignaciana

Ejercicios Espirituales

 

Los Ejercicios Espirituales son escuela de oración y tiempo privilegiado de encuentro con Dios, que potencia la libertad interior. En ellos aprendemos a conocer la caridad de Cristo que supera toda ciencia (Ef 3,19) y a discernir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto (Rom 12,2).

Por ser fuente perenne de la espiritualidad ignaciana, constituyen para nosotras una experiencia que marca nuestra identidad. Por eso, todas las Hermanas hacemos los Ejercicios de San Ignacio durante un mes antes de la profesión perpetua y durante ocho días cada año.(constituciones n°52)

 

Ignacio los dio tantas veces, había recogido en ellos su propia aventura espiritual.

Rafaela Ma. y Dolores lo vivieron, y quedó en nosotras como herencia el tesoro de los Ejercicios Espirituales.  Así la experiencia de Dios, es siempre camino nuevo, que va generando una manera de vivir, un talante cotidiano: ese siempre “más”, esa mayor radicalidad en el seguimiento de Jesús

Los Ejercicios son para nosotras una fuente importante de  espiritualidad.    Nacemos de ellos, en ellos se afianza nuestra identidad. Y en ellos nos afianzamos también como familia religiosa.

Para Rafaela, la vivencia de los Ejercicios Espirituales no se redujo a un momento puntual en el año,  ocho o treinta días, sino que se desplegó en toda una vida. El “conocimiento interno de Cristo” [EE 104] fue realizando en ella progresivamente la identificación total con su persona y su obra. Para Rafaela María, “la vivencia central del Hijo de Dios hecho hombre fue la del amor que se entrega hasta el extremo en la Eucaristía, como reconciliación de la humanidad y del universo entero con el Padre” (Constituciones n°41).

 

La vida que brota de los Ejercicios

 

Para cada Esclava los Ejercicios han sido y son claves en nuestra búsqueda personal de la voluntad concreta de Dios en nuestra vida, “lo que Él quiere para mí”, y para tomar opciones que afectan a toda nuestra existencia por cariño al Señor.  

El modo del Dios de Jesús que nos enseñan a vivir los ejercicios espirituales, los que nos hacen entrar en una dinámica de liberación creciente de todo aquello que nos impide el “darlo todo”, que nos frenan en la entrega y en la gratuidad.  Son también los que potencian en nosotras la salida radical de “nuestro propio querer e interés” para abrirnos al reino, al proyecto que Jesús nos ofrece vivir en la Iglesia.

 

 

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